ANACEN (Asociación Naturalista de Alcorisa para la Conservación y Estudio de la Naturaleza), surge, como tantas otras asociaciones o entidades de carácter conservacionista, como una respuesta ante las importantes amenazas que se ciernen sobre el medio natural.
Hemos constatado, lo hacemos cada día, que existe un divorcio más que evidente, entre la filosofía conservacionista al uso y el común pensar de las gentes que viven en el medio rural, del mismo modo la visión del medio rural y natural en los ambientes urbanos no esta exenta de idealismos.
Este divorcio es el resultado de un conflicto de intereses que venimos arrastrando desde el Neolítico o incluso probablemente antes, quizá este conflicto supere lo estrictamente biológico y este más relacionado con nuestra percepción antropocéntrica del entorno.
A menudo, se intentan obtener beneficios, ya sean electorales o económicos, explotando este conflicto, ahondando en el, obstinándose tercamente una y otra vez en defender posturas anquilosadas y populistas de las que, todo hay que decirlo, se suele sacar rédito.
Tales actuaciones no hacen más que afianzar una creencia, que tiene trazas de convertirse en axioma: la conservación de la naturaleza es un freno a las aspiraciones de desarrollo del mundo rural.
¿Es la conservación de la naturaleza un freno a las aspiraciones de desarrollo del mundo rural?
En todo caso es un freno, más bien pretende serlo, a un modelo de desarrollo basado en la explotación incoherente e insostenible de los recursos naturales y que deja escasos beneficios económicos en la población local.
Urge, dejar de fomentar confrontaciones estériles, entre los diversos sectores implicados directa o indirectamente en la conservación del Medio Natural.
Urge buscar nuevas vías de desarrollo, que por un lado, permitan conservar el Patrimonio Natural y por otro, no coarten el derecho a la prosperidad de las gentes que viven y vivimos, en el medio rural.
Por este motivo creemos que no es conveniente acomodarse en posiciones extremas, si se pretenden conciliar los usos de carácter antrópico con la conservación del Medio Natural.
Se hace necesario adoptar posturas conciliadoras, dando solución a los problemas concretos y reales que surgen entre la necesaria conservación del medio y las actividades humanas.
Intuimos que para lograr satisfacer nuestras necesidades sin destruir el mundo que nos rodea, se hace necesario un cambio radical de nuestras mentalidades, un cambio de paradigma.
Ya, que tendemos a situarnos al margen de los procesos y leyes que gobiernan la naturaleza y así, obramos en consecuencia, tomando lo que necesitamos sin consideración ninguna y no preguntándonos jamás, cuáles pueden ser las consecuencias de nuestros actos a largo plazo.
La naturaleza no es algo que este ahí fuera, tras los vidrios de nuestras ventanas, naturaleza somos todos, tanto los que viven en un piso de 50 metros cuadrados en una capital de provincia como los que vivimos en un pueblo de Teruel.
Los problemas de conservación tienen que ver, en gran medida, con el espacio físico y el consumo de recursos naturales (ya que todo recurso es natural, pues de la tierra sale)
Ocupamos tanto espacio y consumimos tantos recursos que prácticamente no dejamos nada a las formas de vida silvestres.
La recuperación de ciertas especies y ecosistemas está relacionada con el éxodo rural y ciertos cambios de uso, sociales y económicos, lamentablemente no tiene mucho que ver con la concienciación ciudadana.
Cuando se habla de conservación de la naturaleza, verdadera conservación, ineludiblemente se ha de plantear la cuestión de relajar el usufructo de recursos y superficies de terreno puestas al servicio de determinadas actividades económicas.
Es entonces cuando surge el conflicto de conservación…
Se interpreta esta necesidad real de conservar espacios naturales escasamente transformados como una pretensión de excluir al Homo sapiens de los procesos naturales.
Se acusa entonces a los conservacionistas de creer que el ser humano es ajeno a la naturaleza, cuando en realidad lo que se pretende es asumir que efectivamente formamos parte de ella.
-El hombre no es artificial, es fruto de la naturaleza, ella sabrá lo que hace- dicen.
-No somos un engendro antinatural, os olvidáis de que fue la naturaleza quien nos creo, somos un modo desnudo, no se puede separar a nuestra especie por un lado y a la naturaleza por otro, también tenemos derecho a estar aquí, etc, etc –siguen diciendo.
Efectivamente nuestra especie es fruto de la naturaleza.
Somos la única especie del planeta que tiene cierto grado de libre albedrio, capacidad para decidir, esa capacidad de decidir también es fruto de la naturaleza, pero en cierto modo (y es lo realmente curioso de nuestra especie) la pelota está en nuestro tejado, la responsabilidad sobre nuestros actos es nuestra y asumir esa responsabilidad que la naturaleza nos ha dado solo depende de nosotros, así que no somos inocentes, ya sea por acción u omisión ninguno de nosotros lo es , así que decir “la naturaleza sabrá lo que hace” es quitarse la patata caliente de encima, porque la naturaleza, nosotros y nuestra capacidad de decidir son la misma cosa y en asumir esa responsabilidad nos va la vida.