Presentación del libro y charla coloquio. El lobo. Tótem y tabú de Francisco Almarcha.
Con Valentín Guisande y Javier Durá
Paco Almarcha es Doctor en Antropología Social y Cultural, especialmente interesado en las interrelaciones entre animales humanos y no humanos, propone un punto de vista antropológico para comprender nuestra relación con el lobo.
EL LOBO. Tótem y Tabú.
“Existen dos lobos, uno fantástico y otro real. El primero es la suma de una infinidad de historias, leyendas, cuentos, tradiciones, proyecciones de la fantasía…el segundo es el Canis lupus L. un animal de carne y hueso que constituye el objeto de estudio de la biología” Luigi Boitani.
Los problemas de conservación nunca se podrán abordar sin estudiar a la especie que está llevando al planeta al borde mismo de un camino sin retorno, el H. sapiens L.
Tomar distancia de nosotros mismos y contemplarnos, asépticamente, desde una perspectiva antropológica, asumir la condición de ser objeto de estudio de la biología, para comprendernos, en lo intraespecífico y en lo interespecífico.
Desmadejar la interpretación de la realidad que asumimos como acertada, ese universo simbólico a través del cual observamos el mundo que nos rodea.
Deshacerse para comprenderse, en nuestros temores, fobias, anhelos y ansiedades, hallar la profunda raíz biológica de nuestros impulsos atávicos.
Homo sapiens como objeto de estudio.
Un primate social que establece vínculos en torno a símbolos e identidades abstractas, que solo cobran sentido en la medida de su propia existencia como especie y que sin embargo responden a impulsos primarios, sobrevivir, seguir viviendo, acceder a los recursos y a los territorios que los contienen, y reclamarlos como propios, vivir y transmitir los genes.
El homínido con mente simbólica que teme, sobre todas las cosas, aquello que desconoce, la incertidumbre, la ausencia de respuestas, aquellos espacios de la realidad que escapan a su comprensión.
El miedo a la incertidumbre, su incapacidad de asumir la ausencia de respuestas y esa fuerza evolutiva que le conduce a buscarlas, a intentar comprenderse y comprender lo que le rodea, son la base de la ciencia y la razón por un lado y de los mitos y las religiones por otro.
El ser humano anhela certezas y para colmar esta necesidad construye relatos, para paliar la desazón de la ausencia de ellas, imagina símbolos que representan a estos relatos y en torno a estas construcciones abstractas establece identidades grupales.
Cada una de ellas tiene un nexo común con el resto, legitima el acceso y posesión de los recursos y el territorio de los que depende la supervivencia del grupo social, es decir, tienen un origen biológico, constituyen una adaptación al medio, una estrategia evolutiva que permite la supervivencia del clan, agrupado en torno a un relato, frente a otros clanes competidores o frente a otras especies que también compiten por los mismos recursos.
Sobre los predadores y sobre el lobo en particular, hemos proyectado (como especie) nuestros miedos, anhelos y frustraciones.
Tomado como símbolo, secuestrado más bien, para dar visibilidad al desplome de un sector, el sector primario, que está en crisis por causas completamente ajenas a la presencia del cánido silvestre en nuestros montes.
Es cierto que la presencia del lobo y del oso plantea retos de gestión que deberemos abordar, pero ya está absolutamente demostrado que la presencia de estos predadores es necesaria en un medio donde se abaten cada temporada de caza decenas de miles de ungulados silvestres.
Determinadas actitudes están perjudicando la imagen del mundo rural y de la ganadería en particular y desde el sector primario se alzan voces disonantes que apuestan por la coexistencia, que ven al lobo y al oso como elementos que generan empleo y riqueza en el medio rural, que incluso podrían constituirse en tabla de salvación para muchas explotaciones e impulsar la aceptación del hecho ganadero entre amplias capas de la sociedad en las que las actitudes extremistas e intransigentes están generando un desapego hacia todo un legado cultural y antropológico que también corre el riesgo de desaparecer.
Farlete (Monegros) paridera en estado ruinoso.
…y pasaron los milenios, se consumieron las edades de la tierra y ya no nos quedó especie humana con la que competir, estamos solos.
Lo silvestre claudico, quedo proscrito, apenas un puñado de seres reacios a doblegarse y sobre todos ellos el lobo, como la más acabada representación de lo salvaje, de lo que no se quiere civilizar.
¿Seremos capaces de compartir este planeta con ellos?
Nunca en la historia de la humanidad lo hemos tenido más fácil, la revolución tecnológica que hemos experimentado no tiene parangón.
Sin embargo, seguimos aferrados a nuestros viejos miedos.
¿Seremos capaces de trascender la biología?